martes, 2 de junio de 2009

Pequeño poemita estival

Mayo se derrite, como se derrite el chocolate
en los labios marchitos que anhelan besar a las muchachas,
mojando la senda plateada de los corazones que ya no sienten.

Dos gitanos rompen el cristal que sostengo entre mis dedos
y un negro, ¡un negro!, se come los restos de mi vida desgajada,
mientras la ginebra fluye como un río de sueños disecados.

Y yo derramo la miel que me queda sobre tu tubito de ensayo,
porque no encuentro otro recipiente más cerca,
porque quizá no he buscado,
o tal vez es preciso que seas tú mi oxígeno, mi sodio, mi iridio.

Te sorprenderá esto que te digo, teniendo en cuenta que hace tiempo
que huyo de tu voz irisada,
de las manitas que conducen los hilos que me arrastran a tu sombra,
y que Mayo ya se ha ido, y el sol brilla ahora como un trozo de roca
en el fondo de un pozo.

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