Destapamos el tarro con olor a ajenjo en la choza del quinqui. Al metesaca de cabeza rota le sigue el sutil aleteo de un caballito de mar.
Nada más pasa.
Al rato alguien decide que es hora de ir a manchar el verde de la carludovica. Así que vamos.
Pasan cien cosas y ninguna tiene más importancia que un disparo en la nuca.
Hoy no estás.
viernes, 23 de marzo de 2007
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1 comentario:
No hay noche, sin el gato.
Para mi no.
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